miércoles, 12 de agosto de 2009

Vidas Ejemplares.

Se me ha ocurrido buscar inspiración para esta entrada a través de San Google, para poder comentar algo curioso o mordaz sobre la cursilería de antaño... pero voy y me encuentro con un blog de aspecto apetitoso, que habrá que estudiar detenidamente. Se llama Vidas ejemplares, claro.
http://vidasejemplaresdeanp.blogspot.com/

En realidad, un@ pensaba en auqellos libros o relatos semireligiosos o moralistas, con los que establecer alguna comparación irónica, porque lo que de verdad pretendo es hablar de las verdaderas vidas ejemplares de cada día. Las que no salen en periódicos ni telediarios, las que no se publican si no es camufladas de personaje de novela.

Esas personas que contenían en su cuerpo tanta energía, tanto saber, tacto, respeto y dignidad como para hacer saltar en pedazos nuestros propios problemas, nuestras miserias de andar por casa. Algunas de ellas, viven a mi lado, y yo ni lo sé.

Tengo a Ángela, que sólo con el nombre lo dice todo: creo que lleva currándoselo todo desde que soltó la teta. Ironica, imaginativa, combativa, decidida, afable. Madre de tres criaturas que ya vuelan sol@s, excepto uno, que a su manera también vuela, por otros espacios y sensibilidades. Claro que el otro, también voló, y aún no sé, ni su madre tampoco, cómo lo hizo para aterrizar de nuevo dentro de sí, dejando las piezas más o menos en el mismo sitio...qué precisión, el chaval. Bueno, pues esta mujer, poco a poco, ha ido cumplieno etapas, trabajando, creando su realidad, estudiando , sin dejar de cuidar a sus tres pasiones (con permiso de su marido), y sobreviviendo a las adeversidades (serias) que le han puesto. Y aquí está, p'arriba, p'arriba, y a la que te descuidas, su humor corrosivo sale disparado para redactar algúna loa, con la que troncharnos de rias los demás. Siempre con ternura infinita en su cazallosa voz, ronca, pero cálida y serena. No le pienso decir que he escrito esto, pero si llega a sus ojos, me mata. Bah, se lo merece, qué co....

Tengo a Gladys, a Maricela, a Gabriel, detrás de cuya vida diaria hay kilómetros de agua salada, tiempos de nostalgia quizá, de desesperanza, de sueños, de tristeza... Que viven y trabajan aportando alegría y entereza, trabajo entusiasta, pundonor, y calor. Como Ronald, al que apenas he visto una vez, pero que traduce en sonrisas toda la experiencia acumulada en su juventud. Gentes que me alegra ver aparecer, cuya sonrisa provoca en mí un efecto espejo, gentes que hacen que los quiera.

Hay otras, A., J., S., J., ... que en un momento dado, se han encontrado con la muerte lenta , insidiosa, diaria, en su casa, en su vida, instalada como un móvil sobre la puerta de la entrada, para que no se olviden nunca que un día vendrá el dolor. Y el dolor llega. La agonía, las horas que pasan lentas e interminables, como si nunca se hiciera de noche, como si el momento de llegar a la cama fuera imposible. Y una vez se acuestan, empiezan a desear que llegue el día, para que acabe el suplicio de pasar otra noche en vela, llorando. Ese goteo de dolor constante. Que no les hace ser resentid@s, sino solidarios, vivos, animosos, sacando brillo a los días que asoman una vez ha pasado el tiempo necesario. Personas que estuvieron al lado de su esposa, de su madre, de su padre, marido, hijo... hasta que no les necesitaron más. Se tragaron todo el dolor y la muerte de su compañero, de su amor, de esa persona que se va delante de ellos. Y con eso, construyen un nuevo camino, tapizan las paredes, embaldosan su pavimento, y pisan fuerte. Mirando al sol con una sonrisa.

Todo pasa. Lo duro sirve para hacernos mejores. Y para dar ejemplo de cómo se es persona.

Hamlet está un tanto melancólico, pero asombrado de la fortaleza humana. Hamlet ríe, incluso él ríe.

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