jueves, 29 de octubre de 2009

La más breve?

No tengo ganas de escribir todo lo que quiero decir.
Mucho trabajo. No tengo tiempo.
Se me escapan las ganas por las rendijas de los montones de ideas....

miércoles, 7 de octubre de 2009

La ciencia española no necesita tijeras

El futuro de un país (o de un conjunto de naciones a punto de ser independientes, si lo preferís...), no puede ser hipotecado por ponerles trabas a los investigadores, científicos, etc...

Cada día observo que a las personas que trabajan, se esfuerzan, y superan ampliamente el umbral habitual de compromiso con sus aspiraciones, se las trata peor que a la media. No hay infraestructura para acoger a los que destacan. A los que pueden ir por delante, pero no cumplen siempre todos los requisitos contemplados por las normas. Tal vez, las normas no pueden asumir todas las manifestaciones de la realidad y habría que dejar abiertas siempre todas las posibilidades de aplicar excepciones, para gente excepcional.
Pero eso da faena, hay que pensar, decidir, y tener voluntad de actuar a favor de quien se lo merece de una forma no baremable con estadísticas u ordenadores.

La ciencia, la formación, la investigación, a veces no da frutos inmediatos. Y otras, esos frutos son inciertos. Pero la esperanza de mejora, el sentido de responsabilidad social e histórica nos obliga a fomentar la investigación científica, especialmente para liderar proyectos que atraigan investigadores al terruño, que no se vaya esa riqueza nacional que es la Inteligencia, la Creatividad, la Iniciativa. Cualidades que , en caso de superar los obstáculos diseñados en el curriculum educativo, son producto de toda la sociedad, cuya formación está pagada entre todos, o de los bolsillos de sus contributyentes padres, o de sus propios esfuerzos. Inversión que se pierde por los desagües de la desidia y de la inoperancia académica o gestora.

No necesitamos más recortes. En cultura y ciencia, no. En todo caso, sentido común y ser punteros en controlar la metodología rigurosa, el sentido de los proyectos, su idoneidad, proyeción, respeto por la dignidad humana y animal, por la Naturaleza. Eso puede ser hasta gratis. Pero ya vale de menospreciar la valía personal y social de científicos, investigadores, estudiantes, estudiosos, emprendedores, etc etc etc... ( a tod@s ell@s, añádase una arroba en el plural, pues una se cansa de ponerlas todas...)

Por el reconocimiento de esta realidad, este blog apoya la inciativa TIJERAS, NO. Añado link: http://aldea-irreductible.blogspot.com/2009/10/la-ciencia-en-espana-no-necesita.html?showComment=1254920912886#c8513694444802771855

martes, 6 de octubre de 2009

Un cuento


(Tras leer un reportaje en una revista de viajes....)

UN CUENTO
Según la leyenda, en Creta, el rey Minos tenía encerrado a una criatura medio humana medio animal, en un laberinto del que no pudiera escapar. Se trataba del Minotauro, humano con cabeza de toro, al que su esposa había dado a luz.

Lucía pensaba en ello mientras observaba el dibujo que tenía enmarcado en la pared del salón: Minotauro está reclinado en un lecho, mientras una doncella de mirada dulce y carne
s blancas, le sirve y acompaña.
Sin embargo, al Minotauro, las jóvenes doncellas, le eran entregadas como sacrificio para que las devorase. Era la tiranía que había impuesto para compensar su encierro y la vergüenza que Minos sentía por él. Muchos jóvenes habían intentado acabar con su vida sin éxito, excepto Teseo, que consiguió matarlo, y lo que es más importante, volver con vida sin perderse para siempre en el intrincado laberinto. De hecho, esto último se lo debía a su enamorada Ariadna, que tejió un hilo que Teseo fue desenrollando durante su recorrido, de forma que sólo tuvo que seguirlo para volver a salir.

Más tarde, abandonó a Ariadna. La dejó tirada, pero eso es otra historia.


El hombre al que amaba Lucia no se llamaba Minos, sino Manuel. También tenía un minotauro particular encerrado en su laberinto particular. También devoraba ansiosa y compulsivamente a jóvenes, y no tan jóvenes, doncellas (y no tan doncellas). Manuel tenía un dolor y una pena cuya vía de escape pasó durante mucho tiempo, por alimentar al minotauro para mitigar la ansiedad, para acallar su voz.

Lucía no fue devorada. Lucía podía entrar al laberinto, y podía escuchar a veces el sonido lejano de los mugidos del animal, pero Manuel le ofreció lo mejor que tenía, toda su crudeza y toda su sinceridad, toda su vitalidad, toda su energía. Y Lucía tejía un hilo. Con besos, complicidad, ternura, sinceridad, algo de locura, valentía, con los recuerdos del pasado, con las ilusiones por el futuro… Lucía amaba y tejía. Y con la fina cuerda podía adentrarse en el alma de su amado, cada vez más lejos, sin perderse, sin asustarse. Aún cuando escuchase tras el muro un resuello, o el sonido de unas pezuñas en el suelo, Lucía nada temía.

Pasaban los días, y ella era más fuerte y más valiente. Creyó que había llegado el momento de mirar a los ojos del monstruo, para comprobar que no era tal monstruo, que sólo estaba hecho de tristeza y miedo. Del mismo material que su propio minotauro. Quería derribar el laberinto y liberar sus alas y las de su amado para amarse y enredarse en un espacio abierto y luminoso. No existen los monstruos. Sólo existe el miedo que les tenemos.

Llegó el momento en que entendió que era fuerte e invencible, que su cuerda era irrompible, elástica y segura, y que nada podía ya pararla.
Entonces, Manuel la dejó. Cerró las puertas y le pidió que saliera.
El camino de regreso se le hizo eterno, frío, oscuro y extraño. No entendía nada. No entendió porqué Manuel la alejó de un zarpazo. Ella no era una amenaza para él. O sí?

Consiguió salir, desatar la cuerda y la dejó a la entrada del laberinto, y echó a andar sola. Estaba derrotada y seca de tanto llorar, pero entendió que Manuel no iba a abandonar a su criatura, que el minotauro era la consecuencia de su tragedia, de su pena, y que era tal vez, lo que más fuertemente le unía a su pasado. Era la herencia de tiempos felices y plenos, una herencia que Manuel había aceptado y hecho crecer. Había heredado otras cosas, tal vez más bonitas y luminosas, pero Manuel eligió alimentar ésta por encima de todas. Tal vez no quería permitirse ser feliz.
Con estos pensamientos y cargada de resignación, Lucía empezó a soltar lastre y avanzar. Desconcertada, pero fuerte. Retomó antiguos placeres , recuperó lugares donde hacía tiempo que no fue, y buscó nuevos horizontes donde dirigir la mirada.

Manuel no era el rey de Creta, pero era bastante conocido, y de vez en cuando salía a la luz pública. Curiosamente, se empezó a prodigar en los medios en los que se movía Lucía, escribía, concedía entrevistas, y ella intentaba mirar hacia otro lado. Incluso comprobó con consternación que Manuel usaba como fotografía de referencia en sus artículos, una versión recortada de aquella en la que aparecían ellos dos en sus tiempos más felices.

No entendía nada… ¿porqué ahora tanta insistencia?, ¿a qué venía esa exhibición?....

Volvió a sentirse inquieta y a llorar sin motivo por las noches. Volvió a echar de menos el cuerpo de Manuel, tan parecido al dibujo del Minotauro que adornaba su casa: sus fuertes manos, el vello abundante y mullido que le servía de lecho cuando se abandonaba al sueño, su aspecto de dios mítico, de Zeus o Poseidón con el cabello enmarañado y la mirada escrutadora….No podía dejar de amar a aquel hombre de cuerpo mediterráneo y ancestral.

Si Manuel hubiera sido el rey de Creta, Lucía hubiera escrito una obra de teatro, y hubiera enviado una compañía de actores a representarla en palacio, como hizo Hamlet para poner en evidencia a su madre y a su tío, asesino de su padre, ante toda la corte danesa.

Pero en el siglo XXI, Lucía no quería poner a Manuel en evidencia: le escribió una poesía, la imprimió en papel especial, lo dobló, le puso un lacre comprado especialmente para la ocasión, y se la envió por mensajero a su oficina. No le habló sólo de dolor, sino del hilo que había tejido y de cómo le gustaría remendarlo, y rehacerlo juntos, para poder explorar de la mano sus laberintos, encontrar a sus monstruos y reconstruir sus vidas. Le habló del aire, del mar y de todos los espacios abiertos que se quedarían pequeños ante su capacidad de amar, ante sus ganas de vivir.

En casa, Lucía releyó el manuscrito, con lágrimas en los ojos, lo partió con cuidado en varios trozos, y los dejó en el alféizar de la ventana, hasta que el aire se los fue llevando, cada uno con una lagrima secándose en él. Los trozos de papel viajaron por toda la ciudad al mismo tiempo que el mensajero entregaba el sobre a su destinatario. Lucía cerró la ventana, se aseguró de tener toda la documentación y los billetes de avión, cogió las maletas, y se fue hacia el aeropuerto.

Siempre había querido conocer Creta.

jueves, 1 de octubre de 2009

Poesía matemática

Euclides (en griego Ευκλείδης, Eukleides) fue un matemático y geómetra griego, que vivió alrededor del año 300 a.C.. Se le conoce como "El Padre de la Geometría".

Su vida es poco conocida, salvo que vivió en Alejandría, Egipto. Existen algunos otros datos poco fiables, y se barajan tres hipótesis:

  1. Euclides fue un personaje histórico que escribió Los Elementos y otras obras atribuidas a él.
  2. Euclides fue el líder de un equipo de matemáticos que trabajaba en Alejandría. Todos ellos contribuyeron a escribir las obras completas de Euclides, incluso después de su muerte.
  3. Las obras fueron escritas por un equipo de matemáticos de Alejandría quienes tomaron el nombre Euclides del personaje histórico Euclides de Megara, que había vivido unos cien años antes.
Sea como fuere, su obra Los elementos, es una de las obras científicas más conocidas del mundo y era una recopilación del conocimiento impartido en el centro académico. La geometría de Euclides, además de ser un poderoso instrumento de razonamiento deductivo, ha sido extremadamente útil en muchos campos del conocimiento.

En esta web se muestra la obra completa, que suele estar publicada en varios tomos, y supone un desembolso considerable, si es que un@ quisiera darse un capricho...
http://www.euclides.org/menu/elements_esp/indiceeuclides.htm

El descubrimiento de Euclides y sus definiciones, se lo debo a una particular mujer, creada por Peter Hoeg, que se llama Smila.
http://reginairae.blogcindario.com/2005/03/00126-la-senorita-smila-y-su-especial-percepcion-de-la-nieve-de-peter-hoeg.html
Una indomable, rebelde y dura mujer experta en la cristalización del hielo, cuyo espíritu se calma bebiendo, y leyendo Los Elementos. No me extraña que en este mundo cambiante, ella se aferre a la seguridad que le dan las matemáticas, y al silencio intelectual de unas definiciones que no admiten matices. Perfectas y sobrias, de una belleza evidente:

Un punto es lo que no tiene partes.
Un línea es una longitud sin anchura.
Una superficie es aquello que sólo tiene longitud y anchura.
Una superficie plana es aquella superficie que yace por igual respecto de las líneas que están en ella.
Un límite es lo que es extremo de algo.

En esa misma escuela de Alejandría, tal vez cien años después, vivió y enseñó Hypatia
,"
hija del filósofo Theón, que logró tales alcances en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción." Esta Hypatia es la protagonista de la más reciente película de Alejandro Amenábar, de inminente estreno: Ágora.

La ciencia y la poesía, el arte y las matemáticas, nunca han estado demasiado lejos. Una idea en la que ire profundizando....