sábado, 23 de julio de 2011

Historias de autobús (2)

¿Qué miraba ese chico tan atentamente?

Gemma le había oído bromear con uno de los pasjeros cuando estaban colocando las maletas antes de subir al autobús. Al parecer, el chico llevaba un enorme maletón, un trolley de grandes dimensiones, muy actual, además de otro no demasiado pequeño, y el equipaje del otro pasajero iba a quedar sepultado por estas dos piezas.

La casualidad quiso que cuando ella se cambió de asiento a uno posterior, quedase justo en la hilera de al lado de aquel chico. Lo miró fugazmente, e intentó recordar el acento que le oyó. No se hizo a la idea de dónde debía ser, lo claro es que a pesar de su aspecto de españolito de a pie, aquel chico era extranjero.
Durante unas horas, no volvió a ver al chico; se durmió placidamente arrullada por la música de su MP3, y camuflada tras unas gafas de sol tipo pantalla total.

Cuando se despertó, aun había luz del día. Revolvió por la bolsa de mano, bebió agua, comió una chocolatina, y se fijó de nuevo en el chico. Parapetada tras los cristales oscuros de sus gafas, podía observarlo detenidamente, pero aún que no hubiera llevado las gafas, el chico no se habría dado cuenta de su mirada.
Él se mantenía absorto contemplando el paisaje a través de su ventanilla. Gemma no pùdo menos que fijarse en su actitud, tan curiosa.
El chico estaba sentado con las piernas juntas, bien alineadas, y los brazos también colocados a ambos lados del cuerpo. La mano que ella podía ver, la tenía curiosamente escondida bajo la pierna. Es decir, tenía las manos bajo los muslos, pero no con la palma hacia arriba, sino hacia abajo, como impulsándose desde al asiento para subirse.
Sin moverse, claro.
Cada vez que lo miraba, seguía en la misma posición. Mirando fijo y atentamente, ensimismado, vigilante, como si quisiera reconocer aquel camino, o aprenderse cada una de las piedras de los campos por los que pasaban. Por lo menos, durante una hora ni se movió.

Era un chico de cabello moreno, se notaba ensortijado, pero lo bastante corto como para que no se le hiciera rizo. Y con algo de gomina, muy controlado, pero un corte lo bastante moderno para no verse demasiado formal. (Hummm, pensó ella, cómo le recordaba ese pelo a su querido Daniel, cuánto tiempo hacía que no... ufff, se quitó la idea de la cabeza).

El joven de la ventana (bautizado por ella como los cuadros flamencos, al estilo La joven de la perla), tenía unas pestañas que se destacaban ante el paisaje que pasaba veloz. Enmarcaban una mirada soñadora y viva a la vez que la intrigaba intensamente... qué estaría observando todo el rato? ¿Porque no apartaba la vista de la ventanilla y no se movía?

El corte de la cara, de ángulos marcados, le daba un atractivo que en realidad no tenía a simple vista. No era guapo, pero quedaba bien. Su garganta ofrecía una marcada nuez de Adán, que a Gemma le inspiraba pensamientos impuros, pero algo había en aquel chico que le inspiraba más curiosidad que voluptuosidad.
Llevaba una camisa rosada, como vaquera desteñida, pero que igual de bien hubiera quedado con un traje que con el tejano cuidadosamente desgastado que vestía. Y Se acompañaba de unas deportivas discretas, pero que parecían de calidad. El chico iba de sport, pero bien vestido y bien peinado. Intentó imaginarse que venía recien duchado y acicalado, y por un momento se preguntó cuál seria su olor.

El joven de la ventana seguía bien alineado, con las manos bajo los muslos, y la mirada atenta. De repente, ella vio en el al niño. Vio a un niño pequeño en un lugar de sudamérica, o del norte de África, sentado ante la puerta de su casa, o en el pupitre, o en las gradas de un estadio, esperando. Un premio, una recompensa, o la ilusión de su vida. Esperando en silencio, formal y calladito, por las indicaciones de alguna abuela, y mirando. Esperando. Era igual que un niño.

Se preguntó de dónde sería y cuánto tiempo llevaba en España, qué estudios tenía o de qué trabajaba, para diferenciarse tanto del estereotipo del inmigrante. Posiblemente de familia bien instalada, o estudiente desde hace años. Le intrigaba tanto!. Qué hacía viajando en ese trayecto tan poco cosmopolita? Quien le esperaba? Una novia? Una vida?? (Aquellas maletas contenían todas sus pertenencias, como mínimo)

Según se iban acercando a uno de los destinos, el chico espabiló de repente, sacó por fín las manos de debajo de las piernas, y aguzó la vista. Al entrar en la ciudad, sacó su móvil y se puso a hablar, y su expresión concentrada se relajó. Aparentemente era árabe o marroquí. y sonreía con cierta timidez. Sin embargo, en un momento dado, justo llegando a la estación, miró por la ventanilla girándose para seguir con la mirada a alguien, al mismo tiempo que agitaba su móvil para hacerse ver. Se sentó de nuevo, satisfecho.
Gemma no le quitaba ojo. Cuando le vio bajar, se fijó en que se acercaba a otro hombre, joven, más formido, con una incipiente barba bien cuidda, más campechano, y con una gran sonrisa se daban un breve abrazo, recogían las pesadas maletas, y emprendían el camino a la salida jovialmente.

¿Su hermano? Un amigo? Una vida nueva?? A pasar todo el verano?? Pudieran ser pareja?? No sacó suficiente información de aquel encuentro vigilado furtivamente, pero al arrancar el bus, aún parecía estar la silueta del joven de la ventana en el asiento, con sus pestañas marcando la línea del horizonte.

martes, 19 de julio de 2011

Historias de autobús.

Todos los viajes tienen algo de simbólico, dicen.

No puedo imaginar qué de simbólico podía tener aquella situación, mirando aburrida por la ventanilla, las piernas encajadas en el respaldo del asiento delantero, e intentando silenciar con el volumen de mis auriculares los ronquidos de un pasajero del otro lado del pasillo.
para lo de mis piernas, estaba de suerte: el autocar iba medio vacío, y disponía de los dos asientos para reclinarme ladeada, y cruzar las piernas mirando al pasillo. Me llamó la atención antes de subir, que el modelo era nuevo, parece que la compañía va invirtiendo. El logo del fabricante, fue otra sorpresa (¿¿Tata??¿ La compañía india también fabrica autobuses?...serán también de bajo coste... ). Por supuesto, la estatura media de los indios, debe de ser diez cm. menos que los europeos. Si hubiera delante un viajero con intenciones de recostarse a dormir, me hubiera aprisionado el fémur de tal forma que habría podido partírmelo con la presión.


Iban pasando ante mis ojos colinas de tierra rojiza y reseca, moteadas de matorral. De repente, un montículo cubierto de árboles de copas redondas, apretadas, que asemejaban copos de algodón verde. Si bajaba la vista, se iban sucediendo velozmente los distintos tonos de gris del asfato, ahora veteado, agrietado, o manchado. En los márgenes de la autovía, la tecnología del cemento no puede evitar que crezcan pequeños arbustos y matas, rompiendo la capa dura de la carretera.


Tengo puesto el reproductor en modo aleatorio, pero cada una de las canciones acierta en algo. Eso mismo le pasa al protagonista de Guardianes de la noche, la trilogía.. pero ése es otro tema...
A mi lado, de la bolsa de viaje abierta, asoma un paquete de Filipinos blancos, casi terminado, la botella del agua, y dos libros comprados en la estación , antes de salir.
Pienso en mis vacaciones. Dentro de mi bolso, en un folio doblado con minuciosidad llevo anotados los localizadores y códigos de las reservas del vuelo y del hotel.Faltan dos meses aún, pero ya me parece sentir la paz y el descanso que me esperan.

(no he podido encontrar acceso al vídeo en youtube por los canales habituales)


El viaje llegó a su fin sin incidencias reseñables, pero con el firme propósito de coleccionar pequeños relatos de viajes en bus, o en tren, anotar esos pensamientos vagos que aparecen mientras uno mira su propia imagen borrosa en la ventanilla, como si lo de fuera y lo de dentro se fundieran, en un trampantojo psicodélico.
Otro proyecto para Hamlet... no le doy tregua.

Una caja de pinturas.


Una de las cosas que más alegría e ilusión me provocaba cuando niña, era el regalo de una caja de pinturas. Lo habitual era una cajita de seis, sencilla y básica para colorear cualquier cuaderno en una tarde con los abuelos.
Para menesteres más serios, iba la de doce. Había que cuidarla y mantenerla con esmero, porque no se prodigaba tanto la providencia con ellas. Por supuesto, nada de dejar que los lapiceros rodasen y se perdieran entre los huecos que aparecían al ir utilizando un color aquí y otro allá. Yo intentaba mantener la alineación lo más firmemente posible, y si algún díscolo lápiz o un error los mezclaban, ahí estaba yo para reconducir la situación ipso facto.
Con los años (no muchos) y posiblemente por la presión del mercado de la competencia "de luxe", apareció un estuche de 24, y metálico. No recuerdo si tuve alguno de ésos, posiblemente era de los que le regalaban a mi hermano. Me gustaría pensar que si tuve una lata con lápices de colores, fue de otra marca, y como lujo sibarita, o por envidia al ver a mis compañeras escolares desplegar con parsimonia aquel abanico de posibilidades cromáticas.
Me gustaría pensar que cuando necesité alimento , bienes de consumo para lo cotidiano, fui siempre a por la caja de cartulina, la de siempre, la pequeña y planita caja, apenas caja, poco más que un plano.
Un año, como regalo de Reyes, ya casi adolescente, me enamoré de algo casi impensable por innecesario. Pero los caprichos del corazón de colores, no atienden a la lógica. Total, que durante décadas he guardado al menos la caja de "eskay" acolchado en donde venían DOCE rotuladores Edding 3000, esos gordos, de punta de fieltro enorme, y olorosa tinta. Con esos rotuladores, colorear se convertía en una serie de posibilidades infinitas: rellenar a lo libre, ir perfilando desde el contorno hasta el interior, en sucesivos trazados pegados uno a otro, o rellenar a base de líneas horizontales, oblicuas, juntas una a otra, viendo cómo se creaba masa a partir del vacío.

Pasa la vida, y bien sea estuches de acuarelas en pastilla, o en tubo (otro lujo impensable), cajitas de pinturas acrílicas, muestrarios de cortinas y tapicerías, la gama Pantone, o la estantería de los tintes Iberia, el color, sus variaciones, correlaciones, combinaciones, manifestaciones o emanaciones, han ejercido en mí un efecto variado e intenso. Me he sumergido en los intensos púrpuras y morados, o en los fucsias jugosos, o en los azules sedantes, rojos envolventes, grises, negros, amarillos, blancos y matices del blanco... Luz descompuesta, frecuencias, vibraciones. Frío,calor, armonía, contraste, amplitud, recogimiento, símbolo, diversión....

Me han regalado una caja de pinturas. La semana pasada. No de las de mi niñez: una caja de tubos de pintura acrílica, y una colección de pinceles de diferentes grosores y acabados. Alguien lo vio, y pensó en mí, e intuyó la alegría imparable que me produce aunque sólo sea verlas en su molde de plástico, reposando, inquietas y nerviosas por todo lo que encierran. Algo por descubrir. Y acertó.

A veces, cuesta empezar el estuche, trazar la primera línea, gastar mina. Mojar la pastilla de acuarela y empezar a deshacer la impecable forma con la que la veo. Frotar con las ceras, y notar cómo se deforman ligeramente entre mis dedos. Dejan de ser lo que eran y cómo eran en cuanto empiezan a dar aquello para lo que fueron creadas. Empiezan a envejecer desde el primer contacto con su medio natural. Es por eso que, en ocasiones, una prefiere comprarse una cajita de seis, que usar la magnífica colección de treinta y seis colores franceses, que se hace eterna en la mesa del dormitorio, para que siempre dure la ilusión del primer día que la abre.

Cuando usas y gastas tus pinturas, cuando dejas que te sirvan, te estás poniendo a prueba. Lo que haces, sea con el material sencillo como con el mejor del mundo, el resultado depende de tí, te refleja o te delata. Incluso, si lo haces bien, te desnuda.
Y terminas, lógicamente, desnudo y con un montón de tubos espachurrados y sucios que ya ni encajan en su envase, gastados, exhaustos.
Siempre encontraremos la mirada reprobatoria, o el desdén de quien , ante los restos de nuestra caja de pinturas, menee la cabeza como lamentándose de su triste fin para unos resultados tan.... (aquí empieza a volar nuestra imaginación...).

Yo,por si acaso, voy a empezar cualquier día con mis pinturas nuevas. Manchar, apretarlas, gastar, probar y ensuciarlo todo hasta que nos hayamos dicho todo, ellas y yo. Es imposible, y además, absurdo, pretender preservarlas del deterioro. Aunque no se usen, se secan. Se cuartean, o se pudren. La vida no se detiene, y siempre nos alcanza. Por lo menos, que nos pille a todo color.

domingo, 17 de julio de 2011

Haciendo los deberes.

Empiezan dos aventuras. Vamos p'allá.



Habrá que seguir con las demás, cuando me queden ganas. Las cosas de Palacio, van despacio. Que me lo digan a mí.

sábado, 16 de julio de 2011

Una valla blanca y azul....

A lo largo de la valla se alineaban las mesas del restaurante. El viento se empeñaba en arrancar el mantel de papel, agarrado a las esquinas de cada mesa mediante un improvisado nudo que los dueños del chiringuito apañaban en un gesto rápido y preciso.
Por encima de la línea de los toscos maderos, pintados alternativamente en blanco y azul playero, entre grietas y desconchones, se podía contemplar parte de la arena de la playa, y la franja de mar que alcanzaba hasta la línea del horizonte.
Entre las olas se deslizaba rápidamente un surfista en su tabla a vela, y limpiamente voló hasta la playa, saliendo de la línea del agua de un tirón.
Palomas volando raso alternaban con las habituales gaviotas, éstas en desventaja numérica, denotando la ubicación urbana de la playa.

Mi mirada se perdía mucho más allá de lo que veía con los ojos, mucho más allá de lo que alcanzaban mis pensamientos. Cansada, satisfecha, y con la piel algo abrasada por la exposición al sol, recordaba la frase de la escritora Isak Dinesen: "Todo se cura con agua salada: con sudor, con lágrimas o con el mar". No había sudado ni llorado, pero empezaban a dolerme los brazos tras el ejercicio en el mar. Confiaba en que el efecto curativo iba a ser espectacular.
Mientras esperaba lo que había pedido, me entretenía escuchando el disco que sonaba. No sé si para amenizar a hipotéticos turistas, o porque tocaba esta sesión, pero tan pronto alternaba algún cantante francés, o italiano, posiblemente de los 80.
Mi mente viajó por un instante a la época en que escuchaba esas melodías en la radio.

Curiosamente, hace un rato, de vuelta a las comodidades del hogar, he vuelto a hacerlo. Lo de viajar a épocas musicales algo lejanas. Ya no me escuece la piel, ni veo el mar por la ventana (quizá en la lejanía, bajo las estrellas), pero paseando por otros lugares de este mundo virtual, he querido acercarme a la nostalgia, ésa que duele un poco cuando se te hunde en el pecho como un puñal impregnado de un veneno dulzón.

Gracias,Freddie. Gracias, chicos, por estar ahí cuando no sabía del poder curativo del sudor, ni de las lágrimas, ni del mar. Cuando sólo sabía dejar que mi mirada se perdiera más allá del horizoonte de mis pensamientos.

viernes, 8 de julio de 2011

..¿.Loco, o esquizofrénico? (Hamlet diversificado)


Este blog ha sido hasta ahora (y lo seguirá siendo, me temo), un campo de pruebas, un bloc de notas, el maniquí donde hilvanar ciertos patrones, para que no se me olvide lo que quiero hacer con ellos.

Hay muchos campos de trabajo, multitud de intereses a los que una se acerca e investiga, aprende, y a la vez, se desarrolla como persona en ellos. He decidido ordenarlos, y regalarles otros cuadernos de viaje, nuevos cajones de sastre a los que asomarme de una forma supuestamente más ordenada.

Y, como recordatorio propio, me dejo una lista preparada.
Cuando era niña y llegábamos al pueblo cada verano, me hacía un horario, como en el colegio: levantarse, desayunar y vestirse, tiempo libre, leer, comer, al río, merendar, tiempo libre, cenar... No había manera de cumplir más que lo de "tiempo libre". Espero que mi lista de "buenos propósitos veraniega" no se quede en nada...

1) Hamlet tiene que seguir con el tema del lenguaje, las palabras, y reflexiones personales.

2) Hay que abrir un espacio a la Historia, recuperar lo casi desconocido, lo que nos dieron y lo que se llevaron impregnado quienes habitaron este entorno en el pasado: Sefarad, las juderías españolas, los "calls", los vestigios de la cultura judía, la actualidad de sus descendientes, y a la vez, un reciente descubrimiento: la presencia de africanos en España, vestigio del tráfico de esclavos desde las coilonias, y las relaciones españolas con las colonias en África. Casi nada.

3)Las modas, culturas urbanas, música, arte gráfico, publicidad, literatura.

4) El cuerpo, la salud, conocernos, cuidarnos, ser conscientes de que somos lo que queremos ser. Madurar en cuanto al conocimiento de la vida, el universo que nos rodea, y como nos adaptamos a él. Cómo funciona la mente humana, tratamientos naturales, belleza y ejercicio.... estar bien.

5) Nuestro cuerpo y nuestra mente, y .. porqué no?? nuestra alma. Inmersos en un mundo que marcha a velocidad de vértigo: filosofías, pensadores, espiritualidad, reflexión, dudas existenciales... aquí , Hamlet se siente como en casa. Movimientos sociales....

Me temo que 3,4 y 5 van a estar a veces muy relacionados entre sí. O que van a bailar muchos temas de un lado a otro.
¿Podré con todo?

Palabras que me gusta usar.

Conciso
Acritud
Sereno
Agua
Derroche
Afeites
Delicado
Deliciosamente
Prudente
Incertidumbre
Derramar
Aclamar
Timidez
Sutil
Ambiguo
Firmeza
Pulcritud
Aportar