jueves, 30 de mayo de 2013

La hora violeta.

Últimamente, he cometido un par de transgresiones de lo que serían mis principios como lectora. He comprado libros sobre temas que NO me gusta abordar, de los que huyo. Uno: los testimonios desgarradores de primera mano, sobre historias tristes, enfermedades, y pérdidas de hijos. Normalmente, no me aportan nada, porque no me reconozco, afortunadamente, no me apetece que me inspiren, y no me sirven en absoluto. Acostumbrada a convivir con la enfermedad, los largos días que pasan los pacientes y familiares en los hospitales, me resulta redundante y aburrido. Y no resuelvo el trance por el que han pasado los protagonistas. Tampoco leo sobre historias tristes y oscuras. Ya no. Lo hice, pero es muy cansino. Sin embargo, en este último mes, he picado dos veces en ambientes "prohibidos", pero por muy buenas razones: me interesaban mucho los autores de dichos libros. Empiezo hoy por Sergio del Molino. Me leí de un tirón una recopilación de artículos suyos, llamada El Restaurante Favorito de Nina Hagen. El título era lo bastante curioso, y realmente disfruté con esa llamada prosa ágil, frase tópica donde las haya, pero que funciona bien para definir el estilo suelto y preciso de la narrativa actual. Dos grandiosas expresiones. Y descubrí un par de historias sobre las que volver ... el día que tenga tiempo. Pues bien: el día 23 de Abril, aprovechando la presencia en las calles zaragozanas de autores en promoción, me lancé, segura y sin pensar, a buscar La Hora Violeta, de recentísimo lanzamiento, apenas sin saber de qué iba. La víspera, pero, pude leer de refilón que describía sus sentimientos durante la enfermedad de su pequeño hijo Pablo, que falleció luego a los dos años. Y aún así, lo compré. Saludé a Sergio, le agradecí que hubiera escrito sobre éso, y empecé ya el libro por la calle, a los `pocos metros de la parada donde lo adquirí. Y antes de llegar a la siguiente esquina, me había emocionado. No con ésa emoción lacrimógena de película sentimental con música de violines. Sencillamente, un par de frases, y entiendes. Un escalofrío suave y amable te anuncia que vas a encontrarte con alguien que cuenta las cosas de tú a tú, para que las veas, para que las sepas. No buscando drama, sino complicidad. La misma complicidad que vas imaginando con ése Pablo travieso e inocente, naturalmente adaptado a su vida semihospitalaria, medio niño y medio paciente. Mientras sus padres, poco a poco, entienden el otro color de las cosas, ésas nuevas miradas al mundo desde encima de la mesa, o desde debajo de la cama, cuando la perspectiva de la realidad es radicalmente distinta. Sergio te habla de la gente con la que debe empezar a tratar, del aprendizaje de una vida que nunca creemos que lleguemos a vivir. Denuncia, sin pretenderlo, sólo contando detalles, lo absurdo y desbaratado del Sistema (y vale cualquier sistema), especialmente cuando lo desmonta en pequeñas piezas: las personas que lo componen, las encantadoras y las nefastas. Y sin cebarse, muy correcto, le habrá costado lo suyo. No son muchas páginas, las justas para no redundar, no hay regodeo (por suerte). VA directo a la historia que le interesa, despacha de una forma sencilla y directa las situaciones que otros harían escabrosas, o dolientes, que no es lo mismo que dolorosas. Frase típica en estos casos: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Así que las palabras de este libro sirven para todo esto, y para más: para redefinir la hora violeta. Ese espacio de estupefacción, de desgana, de abandono, en que nos sumimos ante el dolor. Un hijo amado, tierno, NUESTRO, que se nos va. La pérdida de la inocencia, el amor de nuestra vida que nos deja. Pierdes tu empleo, y tu casa y tu identidad social. Te vas lejos con un empleo fantástico, y de repente, estás SOLO. Sentirse como un juguete roto. Hay muchos caminos, pero todos tenemos una hora violeta. En la que no supimos ni pudimos respirar, porque ya no nos dolía nada, estaba todo perdido. ¿Por qué, a pesar de todo ésto, soy capaz de decir que me ha gustado leerlo? Porque está escrito con amor, por su hijo, por su mujer, por su vida, por las cosas que valen la pena. Porque no da vueltas inútiles y cargantes. Porque estoy en ése lado de la barrera donde el Sistema habla como un gurú de película rancia, y me gusta más dejar que hablen mis pacientes en su propia lengua. No sé. Pero La Hora Violeta, vivida así, tiene más colores.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Abogada del diablo.

¡Hola!Me llamo Robert, soy alemán, de la zona de Renania. En realidad, es indiferente la zona, la historia es que hace dos años me divorcié de la que fue mi segunda esposa. Yo daba clases de marketing, y asesoraba empresas. Su familia era de origen noble, ya se sabe lo que pasa por Europa,con tanto principado, y tantos pequeños feudos. Desde que me casé,y gracias a los contactos de mi esposa, me relacioné con gente poderosa, o rica, o famosa, o todo a la vez. Mis fiestas eran recordadas,y mi don de gentes me llevó a encauzar mi trabajo a la organización de eventos y viajes de lujo. Llevo años codeándome con reyes, magnates y mafiosos, o todo a la vez. Soy discreto, eficiente, consigo casi todo lo que me piden, y estoy siempre en los eventos importantes controlando. Siempre salgo en las fotos unos pasos detrás de mis anfitriones o clientes. Me consideran un gran profesional y soy respetado. Podría aprovecharme más de mi status: alguna gran dama me tira los tejos, incluso sutilmente algún gran hombre. Que de todo hay. No diré si he pecado o no, es mi vida privada, tengo derecho a ella. Pero si pretendo estar en lo más alto, debo alejar de mi trabajo este tipo de relaciones. Algún jefe de Estado, rey, reina, o sus cónyuges, forman parte de mi círculo de amistades, por su carácter, por sus deferencias hacia mí. Y yo les devuelvo su confianza intentando ayudarles con lealtad. Y todos contentos. .....UPS, perdón.... he dicho Robert?? ji ji ji... Bueeeeno, en realidad , excepto mi descripción, todo es cierto: mi profesionalidad,mi éxito, mi rigor y fidelidad personal a ciertos amigos importantes... Yel respeto que inspiro y debo mantener de cara a mi imagen profesional, pero... es que no me llamo Robert, sino Corinna. Soy mujer, rubia, de ojos azules y me consideran hermosa,elegante,seductora. El próximo 8 de Marzo se celebra el Día de la Mujer, Trabajadora. Los medios se inundarán de reflexiones sobre la igualdad, declaraciones políticamente correctas sobre el papel de la mujer en círculos de poder, de la empresa, bla, bla, bla... Pero hoy, a falta de 8 días, estoy en boca de todos, dando por hecho que estoy relacionada sentimentalmente con uno de mis mejores clientes y amigos, y dejando en segundo plano mi brillante actividad profesional. Y he tomado la decisión de no esconderme de la prensa, no dar alas a la especulación. He querido dejar claro todo ésto, apareciendo en ciertos medios serios y respetados. he cuidado mi imagen, que es mi mejor tarjeta de presentación, lo reconozco. Sin mi impecable imagen, mi carrera profesional no hubiera avanzado tanto. Lo sé. No puedo negarme a aparecer con aspecto lujoso, cuando me muevo en el mundo del lujo y la riqueza de otros. Las reacciones a mis declaraciones han sido escasas, y sepultadas por los comentarios a mi imagen, mi supuesta estrategia y motivos ajenos, las joyas discretas y finas que luzco. Las llevo, no tienen por qué ser de mi propiedad. Pero al parecer mis palabras no son tan importantes como mi aspecto. No sé que habría sucedido si el imaginario Robert hubiera declarado acerca de su papel y amistad con el Rey, o sobre su relación con el yerno imputado. A veces me sería más fácil llevar bigote y llamarme Robert, pero prefiero no renegar de mi potente feminidad. Con lo bien que me va.... (por ejemplo)

miércoles, 2 de enero de 2013

Eternos propósitos

No soy habitual practicante de los llamados propósitos del año nuevo. Pero de forma periódica me hago replanteamientos vitales y cotidianos. Hace años que intento hacer mi vida más saludable, cuidar el envejecimiento de mi cuerpo, cultivar mi mente, descubrir mi espíritu, y hacer cada día algo nuevo, algo útil o algo bonito. No irme a dormir sin tener la sensación de haber hecho algo productivo. Así que habrá que retomar los blogs con cierta asiduidad, de nuevo. Objetos de comentario, los hay, y muy variados. Buen año, minuto a minuto.