jueves, 7 de octubre de 2010

Digan lo que digan.


Cuando se vive en un palacio no muy grande, y la Corte es reducta y provinciana (en el sentido estricto "de provincias"), por muy príncipe de Dinamarca que se crea una, puede llegar a sentir encima el peso de la observación ajena. El cotilleo bienintencionado, el repaso conciliador que confirma a cada uno lo que ya sabía, dándole esa sensación de que "la vida sigue igual", por usar el título de otra cancioncilla de la época.

Hay gente que se pone el mundo por montera y se mantiene tozuda en su camino. Se le llama, a veces, tesón. Otras, insensatez. La diferencia estriba casi siempre en si te has hecho famoso o no.

Antena 3 ha emitido un biopic en dos tiempos sobre el cantante Raphael. De origen humilde pero bendecido con un don para el espectáculo, ascendió y arrasó entre la juventud del mediofranquismo, con ademanes y aspecto comedido y formal, pero cargado de pasión, energías contenidas, y sensualidad poco evidenciable abiertamente. Nacido en el 43, en plenos 60 marcó un estilo y una actitud que nadie había tenido, y se ganó inmediatamente adeptos e imitadores, como todo fenómeno social.

Uno de ellos, fan e imitador en sus ratos libres es mi tío Félix (espero que no le importe si lee esto, que lo cuente). Tío Félix nació un par de años después, calculo yo. Por lo que la fiebre raphaeliana le pilló de pleno. Además, el corte de pelo, y ciertos rasgos en común, le daban ese aire depurado y soñador. Mi tío no tiene escuela de canto, pero tiene voz de jotero, claro, y ganas de canturrear a todas horas. Ha sido muy payaso, imitador de voces, tomador de pelo por teléfono, siempre humor blanco, y haciendo que nos tronchásemos de la risa cuando éramos niños, y vivía en nuestra casa temporalmente.
Por supuesto, su mayor habilidad, y la más placentera, era imitar a Raphael, chaqueta de terciopelo granate ( ¿o era verde botella?) colgando de sus dedos hacieno de ganchos, tirada por encima del hombro y posando a cámara de medio perfil. Yo soy aqueeeeel....

Si a Raphael lo tildaban de amanerado, y demasiado "puesto", tío Félix no le iba a la zaga. Con sus zapatos o botines de tacón y plataforma setentera, con sus pantalones acampanados , y su bolso de mano, conocido mundialmente como "mariconera", con sus andares chulescos y su pose de formal... se gano mas de una risita (incluso en el seno de la familia) y alguna chanza un poco más allá. hay que decir que mi tio se ha convertido con el tiempo en un respetable recuién jubilado, con sus dos hijos bien plantaos y bien casaos, y con su sentido de la juerga intacto. Igaul se pone a relinchar que a cantar un bolero. Atrás quedaron los tiempos en que con la campaña de primavera de El Corte Inglés salía a la calle rigurosamente de temporada, aunque hiciera un frío del carajo, sahariana blanca de lino, de manga corta, porque lo manda la moda. (Y luego, que le cuenten a mi madre la neumonía que pilló, con una infección tal, que acabó en coma en la UVI de Vall d'Hebron, a punto de palmarla).

Y siempre ha hecho lo que ha considerado correcto, estrictamente correcto, irritantemente correcto, ... digan lo que digan los demás.

A mí, bien sea por mi tio, o por él mismo, Raphael siempre me ha parecido un poco exagerado. Ni me ha gustado su voz, ni sus canciones, ni sus poses, ni su sonrisa profidén, solo superda por la de Jim Carrey. No pretendo quitarle méritos, he descubierto llamadas sutiles en su actitud, en su magnetismo y sexappeal inicial, muy llamativos de repente para mí. Me sorprendo con ello. Somos una caja de sorpresas, esta humanidad nuestra: no hace ni un mes, una amiga me explicaba su admiración por la figura de Camilo Sesto, otro que tal baila. Poco, claro. Baila poco.

Camilo Sesto, es nacido en 1946, muy poco después del maestro Martos. Según su biografía, se podría decir que sin el carisma escénico, ni lo llamativo , ni lo histriónico de su colega, Camilo obtuvo tanto o más éxito mundial que Raphael. Festivales de la canción, viajes por todo el mundo... Mientras el primero se metía en la piel del Dr Jeckyll en un musical, Camilo presentaba el mismo año lo que iba a ser su Fantasma de la Ópera, que no legó a materializarse. Si Raphael precisó un transplante hepático en 2003, a Camilo ya se lo habían tenido que practicar en 2001. Ha sufrido también el azote de las malas lenguas, y alguna que otra mofa, pero el hace su vida... digan lo que digan.

Nada que ver si en voz, ni en estilo, ni en físico, pero ambos comparten quizá el récord de imitadores y parodias. Vidas semidesconocidas, retratos de una época muy característica, y una biografía que, de terminarse, tal vez necesite ser llevada a otra miniserie. Para entonces, creo que no tengo tíos Camilistas, así que no pondré otra entrada en mi blog. Todo eso que nos evitamos.

Y que sigan diciendo.....

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