jueves, 3 de diciembre de 2009

Hypatia y la elipse.

Primero fue la mujer, la consciencia de mi condición, y mi lugar. De mi importancia y de mi fuerza.
No fue rápido ni instantáneo, pero sí imparable e inocultable a mi razón. Supone aceptar el dolor, superar la decepción, el fracaso de la ilusión más grande que he tenido en mi vida. Y supone entender que no se puede pasar por encima de lo obvio y lo evidente.

Estos días hay una campaña contra la violencia de género y por la igualdad social. Dice así: ningún hombre será nunca más que yo. Sin llegar a denunciar situaciones extremas, esa frase sirve igualmente para asumir la condición de mujer esté con quien esté. Y sin ser más que ningún hombre. Tomar conciencia de ello es como apostar por un camino que se empieza con decisión y sin posibilidad de error.

(Precisamente, en la película de Amenábar, se pone de manfiesto el miedo de unos y otros por ser menos, o por que "el otro" sea más que nosotros. La violencia que nace del temor. El perro que enseña los dientes cuando está asustado y no sabe lo que pasa.)

Luego vino el descubrimiento, que ya se estaba produciendo a la par y desde antes: el arte, la precisión, el pundonor, el camino menos agradecido, la capacidad de sacrificio; y el método, la disciplina. Para mí, y en los demás.
Artistas, escritores , artesanos del milagro de la comunicación. El lenguaje es lo que nos hace humanos. Usar el lenguaje a conciencia nos hace excepcionales. El lenguaje como adquisicion propiamente humana, como hecho diferenciador. La comunicación y sus recovecos psicologicos.

Elegí mis debilidades. Una de ellas me ha traído hasta un símbolo: el carro. El carro celeste, la constelación. La Osa Mayor. El carro lorquiano que marca surcos en el polvo estrellado de los caminos. Como el camino que elegí tomar sin dudar.

La rueda alada, símbolo elegido de un ciruito, una gira, un ciclo, la rueda que se pone en marcha y nos lleva a lo inesperado, lo desconocido, la rueda que simboliza el movimiento imparable.

Tras la rueda y el carro celeste, vino el libro. Los cambios dentro de mi casa, que sacan a la luz cosas olvidadas, que hace tiempo me reclamaban su búsqueda. El libro que me hace reflexionar sobe tantas cosas: los simbolos, las causalidades, las decisiones, el momento oportuno, los talismanes. Y un documental. Y una verdad. Y ver con otros ojos mi propia cultura, como humana, y como miembro de la sociedad: el cristianismo, su origen mítico, sus raices ancestrales…

Todo ello rodando, rodando. Y luego, todo converge. De un viaje, sobre ruedas, con ruedas, de repente, el símbolo toma fuerza: hay que marcar el fin de una etapa ardua: el circulo en forma de aro, el pendiente de los marineros que sobevivían al paso más dificil. Y el tatuaje. Porque no??

El círculo se cierra con Hypatia de Alejandría. Una mujer consciente de su valía,de su poder,de su condición, como al principio. Una historia contada con círculos imperfectos: elipses, círculos vistos desde otro angulo, exactamente igual que el dibujo de la rueda alada... como una elipse, lo ultimo que pone Amenábar en los ojos de Hypatia.

Ese es el símbolo: un pediente y una tatuaje. Se cierra el círculo, la elipse, el viaje, y se dan todas las coordenadas para el camino. ¿Seré capaz?

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