martes, 9 de febrero de 2010

Despertares



















No consigo abrir los ojos más allá de una rendija, mientras tanteo torpemente el botón de espera del despertador. Activo el de repetición, pues sé que no me voy a leventar sólo con este aviso. Más tarde suena la alarma del móvil, también programada para repetirse.

La rendija del ojo me permite manipular las teclas, pero a veces no lo suficientemente coordinadas como para dejarlo bien programado. Entonces, debo espabilarme un poco para volver a pedirle la hora en que va a sonar.

Todo esto no es bastante como para hacerme volver a la realidad. Sigo durmiendo hasta una hora más, según los días. Soy optimista y siempre lo programo pronto.
Pero soy nocturna, y siempre me acuesto tarde. Muy tarde. Lo cual me hace permanecer colapsada y semidormida mientras los dos artilugios van sonando alternativamente para recordarme que es de día, y tengo que estudiar-hacer la compra-poner una lavadora y ser una mujer de provecho.

Y qué placer inmenso el de quedarse un poco más entre las cálidas sábanas, y el acogedor colchón-con-capa-de-viscolástica que tan acertadamente compré...

Lo malo de todo esto, no es el rezongar indefinidamente en horizontal, dejándose llevar por ensoñaciones varias. Lo malo se viene después, cuando ves la hora en que te levantas y pasmada, no te explicas cómo has podido dormir tanto... con la de cosas que tienes que hacer (estudiar, hacer la compra, poner una lavadora y ser una mujer de provecho). Y claro, antes hay que desayunar, ducharse (con lo que tarda en calentarse a mi gusto el cuarto de baño), vestirse, hidratarse la piel (mejor al revés), maquillarse un poco las ojeras, domar el rizo estrujado durante la noche, calzarse, y ponerse por fin a estudiar, y los demás etcéteras...

Aunque lo primero es lo primero: encender el ordenador, al que cada día voy a hacer menos caso (es lo que me repito), y repasar el correo, el Facebook, las webs habituales, empezar a responder, añadir comentarios, copiar y pegar...
Vamos, como hoy: casi la hora de comer y sin vender una escoba. Ni he estudiado, ni he ido a comprar ni he puesto la lavadora. Eso sí, he hecho la cama, y he atendido una visita, uno de esos recados ineludibles que me ha consumido el tiempo suficiente como para no tener ganas de salir ya a la calle. Dudo de llegar al baremo de provechosa.

Mañana, a ver si me levanto pronto y estudio un poco. A ver si pongo hoy la lavadora mientras como algo, y me voy a trabajar....

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