Hállome escuchando, sorprendentemente, a Extremoduro. Desde que el rock es rock, y el heavy es heavy, sus músicos se pasan la vida reivindicando un espacio para la dignidad, fuera del ambiente. O no. Según.
Hay quien reclama otra mirada de la sociedad bien pensante, una aceptación del hecho rockero, en forma de ironía tipo:
"Se oye comentar a las gentes del lugar
los rockeros no son buenos....
Si he de escoger entre ellos y el Rock
elegiré mi perdición.
Sé que al final tendré razón.
Y ellos no."
(Baron Rojo.)
Otros, provocan precisamente esa incisión que les separe de lo acomodaticio, de lo aceptable.
Y por último, los hay que hacen su música, llena de sensibilidad, y viven su vida, sin pretender ni provocar ni justificarse.
Ignoro a qué tipología perteneceria Robe Iniesta, de Extremoduro. Pero me da igual. Si alguien no especialmente seguidor-a de grupos rockeros, tiene la ocasión de escuchar las letras de Extremoduro más allá de lo estridente o de lo curioso, entenderá lo que digo.
Jugar con las palabras para hacer poesía con ellas, incluso vestidas de faena, siempre es digno de admiración. Damas y caballeros, me retiro a mis aposentos.
domingo, 20 de diciembre de 2009
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